Relato de Yais


Relato de Yais.

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Hacía tres días que Bryn y Gurnn tenían a Rota encerrada en la habitación. No le habían dejado acercarse a ella desde que la rescatara. Cuando la encontró estaba tan malherida que sintió su dolor como propio. Desde entonces sólo sabía de ella a través de Gabriel. Ellos habían estado ocupados buscando a Seiya y sus secuaces e intentando contactar con los clanes cercanos. Pero ya se había cansado de esperar. Cada hora que estaba separado de ella era como estar bajo el sol, sintiendo como su piel se quemaba poco a poco en cada segundo que pasaba sin tocarla. Miya odiaba sentirse así, impotente sin poder hacer nada, sintiendo como las manos le temblaban con solo el pensamiento de pasar sus labios por la piel dolorida de ella.

Ya no lo soportaba mas, tenía que verla, tenía que saber cómo estaba. Pero sobre todo, tenía que volver a olerla para no volverse más loco de lo que ya estaba.

En la suite del hotel donde se encontraba Rota reinaba el silencio. Mejor, pensó. Eso quería decir que estaba totalmente sola. Inspiró, pero aún tan cerca de ella no pudo captar su olor. Abrió lentamente la puerta y se coló sigilosamente dentro. Estaba completamente oscuro. La puerta de la terraza estaba abierta de par en par aunque fuera estuviera helando.


A través de las cortinas pudo ver la silueta de Rota. Llevaba el pelo suelto ondeando al compás de la brisa nocturna. Su exquisito cuerpo enfundado en una bata estilo japonés mostraba las formas de su figura sin ninguna restricción. Estaba apoyada en la barandilla, con su hermoso trasero dándole la bienvenida. La simple imagen de ella fue como un golpe mortal en el pecho de Miya. Él era consciente de que llevaba días ansioso por verla, saber por él mismo que ella estaba bien. De lo que no había sido consciente es que estaba hambriento. Famélico por ella.

Rota fue consciente de que alguien había entrado en su cuarto desde el momento que escuchó el click de la puerta al cerrarse. Sabía perfectamente de quién se trataba. Podía notar en su propio cuerpo lo mismo que él sentía. Ya fuera por su empatía o porque ella, desde que lo vio por primera vez también profesaba esa atracción por él. Notaba como su propia sangre hervía en sus venas, como su piel se erizaba por la necesidad de ser tocada por ese vanirio. Con cada paso que él daba su pulso se aceleraba hasta cortarle la respiración. Llevaba días esperando que fuera a buscarla.

- Llevo días esperando que vengas –no se dio la vuelta para hablar.

Miya no contestó. Las palabras simplemente no le salían. Sentía como sus colmillos iban creciendo poco a poco por la proximidad. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para poder tocarla, pero aun sin hacerlo por miedo a su reacción, paró.

- Creo que debería darte las gracias por sacarme de ese infierno –dijo Rota en un susurro. Ella era demasiado orgullosa y soltar esas palabras le estaba costando cien años de vida–. Gurnn y Bryn me han puesto al día. Un tótem menos del que preocuparnos. Es una buena noticia.

Pasaron un par de minutos que se hicieron eternos para ambos y en los que ninguno de los dos habló. Rota se mordía el labio por los nervios. Soltó un resoplido y se dio la vuelta para encararlo. No estaba en ella eso de acobardarse pero cuando vio la expresión de Miya, su mirada, pensó que habría sido mejor hacerlo.

La estaba devorando con la mirada. Los colmillos extendidos por fuera del labio. Rota dio un par de pasos atrás. Separándose ligeramente de él. Era demasiado parecido a su peor pesadilla. Esos mismos ojos que la habían mirado de la misma manera hasta hacerla enloquecer, pero de temor. Cerró los ojos y recordó que no eran la misma persona. Aunque fueran físicamente prácticamente idénticos no eran iguales. Uno la había torturado, el otro la había salvado.

Miya fue consciente del momento justo en el que Rota reconoció a su hermano Seiya en su propio rostro. Fue consciente también de cómo se había apartado de él. No la podía culpar. Él mismo la había atacado tiempo atrás en los servicios de una discoteca. Vio como poco a poco Rota volvía a abrir los ojos. Como lentamente avanzaba un paso para acercarse a él. Como su mano, aun temblando le tocaba suevamente la cara, para terminar pasándole un dedo por los colmillos. Rota dejo de mirarle a los ojos para centrarse en ese punto al mismo tiempo que los acariciaba y Miya se fijó en cómo ella misma se pasaba su propia lengua por los labios. Esto hizo que Miya se pusiera duro al instante.

- Creo que esta es la mejor manera para agradecértelo.

Sin más Rota posó sus labios en los de Miya. Él hubiera esperado una bofetada de su parte, no esto. Aun así y aprovechándose del momento la sujetó por la cintura para acercarla a él. Tanto que no se podía distinguir donde terminar uno y empezaba el otro. Ella aprovechó para pasarle la mano libre por la nuca hasta que terminó tirándole ligeramente del pelo que caía. Miya le pasó la lengua por los labios y ella gimió por el gusto de sentirle tan excitado por ella. Poco a poco él fue tirando de sus cuerpos hasta entrar en la habitación y con sumo cuidado la tumbó en la cama. Se separó lo justo para mirarla a la cara, y ver que sus ojos estaban rojos, el color de la pasión. Le abrió la bata hasta tenerla completamente desnuda. Era una delicia de mujer, toda perfección. Bajó la boca a uno de sus pechos y lo lamió hasta volverla loca de placer. Después le dio un pequeño mordisco, un anticipo de lo que pasaría después.

Miya se incorporó y Rota aprovechó para desnudarle. Primero la camiseta, seguida por los pantalones y nada más. No llevaba ropa interior. Se mordió el labio al ver todos esos músculos definidos y pasó poco a poco los dedos por los costados del cuerpo masculino. Fijó su mirada en los ojos de Miya, que en ese momento estaban cerrados atesorando sus caricias. Cuando volvió a abrirlos, Rota le acercó para volver a besarle. Un beso duro y exigente. Siguió acariciándole el cuerpo, esta vez la espalda, que se tensaba por sus caricias.

Rota llevaba siglos queriendo saber cómo se sentiría en brazos de un hombre. Como sería ser acariciada por unas manos como las de Miya, ser besada por unos labios como los suyos. No pudo imaginar ni por un momento que sería así. Como si morir después de ello mereciera la pena por el simple hecho de probarlo una sola vez. Sentía como Miya estaba duro, esperando el momento perfecto para meterse dentro de ella. Seguía excitándola, provocándola. Haciendo que todo ese proceso fuera mucho más fácil para ella.

Pero Rota no estaba acostumbrada a esperar. Lo quería dentro de ella, en ese mismo instante. Tomó delicadamente a Miya y lo acercó a su abertura, invitándole. Y no hizo falta más que ese simple gesto para que él la complaciera. En el mismo momento en el que Miya se introdujo en Rota, ella sintió como sus colmillos se clavaban en su cuello, bebiendo de ella. Alimentándose de ella.

Y aunque los dos estaban a miles de kilómetros de sus hogares, en ese preciso instante se sintieron como en casa.

3 comentarios:

  1. Yo lo escribí pensando en que os gustará a vosotros, la gente que es fan de la Saga Vanir, como yo. Así que si os gusta me alegro! :)

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  2. Uhhh!! Me ha encantado!! Algo así podemos esperarnos para el libro de Miya... ah que ganas de tenerlo.
    Felicidades, me ha gustado mucho!! =D

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